Sunday, April 23, 2006

Envejecer


No escuché aquel mensaje que dicen en las mejores películas de los 90: ¡no te acerques a la luz! Fué algo fugaz, dos instantes que en cambio, durarán una vida entera en mi recuerdo.

Desde ese instante no quise besar más, no quise mirar a ninguna otra chica, ni tropezar a la vuelta de la esquina y tener que ayudar a recoger los libros de derecho y ciencias políticas que llevaba entre los brazos y sus apretados senos, antes de chocar. No quise dejar ese momento porqué cuando rozas el cielo, no te importa ser egoísta y tozudo, a pesar de ser vulnerable.

Sólo me besó por cortesía.

Mientras trabajaba me acerqué a su mostrador, y ella aparentó sorprenderse a la vez que sonreía. En frente, tenía a una clienta cincuentona, que mientras hablaba por el móvil, le dejaba claro que aquello era puro trámite para conseguir lo que buscaba, y que no pensaba ser amable con una cajera de un gran centro comercial.
¡Una esúpida más! debió pensar Marta.

Cuando llegué a su lado, la señora de delante empezaba a retirarse, contándole, a su marido o amante, lo que había adquirido.
Yo no estaba para ver los clientes que íban pasando en orden. En realidad, no me importaba si llegaban a colarse y si discutían por ello.
Cuando me quise dar cuenta, aquel momento, llegaba a su fin. Ella, mostrando su blanca sonrisa una vez más, me deseó una rápida recuperación, y apartó la mirada de mi tez.

Ahora, cuando me percato de lo que sucedía para entonces, miro a mi alrededor, y veo que estoy sólo, frente a una vieja fuente. Aquella dulce chica ya no está en ese viejo mostrador, no tengo la pierna escayolada, y no volveré a sentir cómo se encoje mi corazón al ver un rostro cansado.

Pero qué risa, pienso, casi no sé ni apretar bien el botón para que salga el agua por el orificio oxidado de la fuente, qué risa. Cuando en verdad, no estoy bebiendo, lo que estoy haciendo en mojarme la cara para que no se note que estoy llorando, para que nadie sepa que el viejo tiempo se ha despedido de mi para siempre, dejando sólo un rumor de agua.

Pero qué risa, pienso mientras lloro.

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