Tuesday, May 09, 2006


El teléfono permanece apagado en las sucias manos de un joven algo borracho. Parece apagado, pero en realidad no suena. Ahora es tarde. Te pones el pijama, mirándote al espejo con la luz apagada, ves que tus ojos iluminarían a una ciudad, tu sonrisa es más blanca que nunca, y te sientes más joven, mucho más joven. Tumbado, le das vueltas al tema. El poder de la almohada es mayor que nunca, y ésta, que sabe de que van tus sueños, te advierte del desengaño que te puedes llevar.
Al levantarte, cuando ya no oyes lo que te dice la almohada, vuelves a imaginar, y esperas a que pase la semana. Todo el mundo sabe, que el viernes es un día para soñar. Unos, porque por fin verán a su pareja que vive a kilómetros de distancia, otros porque tienen una cena especial, y estarán con gente que no ven por costumbre. Hay muchos que ven más cerca el hecho de ir al parque de atracciones, al circo, al teatro, al campo para celebrar una estupenda barbacoa o simplemente ven el sofá sabiendo que tumbados, pueden estar todo el día. El fin de semana es como cuando vas en tren, bordeando las costas, y en medio del túnel, ves una playa de azules aguas, donde la gente se baña desnuda, sin prejuicios ni preocupaciones.
Pero tú sólo piensas en enviar ese mensaje, y tener una cita, o en bañarte con ella en la playa que es costeada por el tren.
Tus ojos son translúcidos el último día laboral de la semana, un mercenario sin mérito, que espera en la estación un tren perdido desde hace una semana en el camino. Un camino que quizás no tenga ninguna costa maravillosa que ver, un camino que aún no está hecho, y que no se hará jamás. Aún así, tus dedos marcan duras teclas color marfil que citan a la ilusión y a la necedad. Desiertas la confianza con agravio de tus amigos, se desestabiliza la claridad de tus principios y mueres encharcado en esperanza. El mensaje, se ha enviado. Hambriento, lívido, lánguido, andas con tu parca bajo la lluvia. Te equivocas en la posología, estéril de por sí. El teléfono, suena tardío.
Lees y vuelves a leer, a la vez que se aviva tu sonrisa. Viernes 3, a las 20 horas. No vale verter arrogancia ni derramar júbilo. Mirar sus ojos, escuchar sus pasos, oler su pelo, tocar sus labios y probar su sincera sonrisa, tan sólo, tomándote un café.
Aceptas a ese michelín que se llevaba todas las miradas, y el pliegue de tus parpados, se hace casi invisible. Te notas equilibrado de pies a cabeza. El sí de una chica te afloja la soga que llevas en el cuello, hace que la marea vaya en el mismo sentido que el tuyo, que vueles sin esfuerzo por el acantilado, y que llores sólo porque eres feliz. El sí de una chica es la ráfaga de aire que llevas buscando desde que tus sentidos cobran consciencia. El sí de una chica, llena de niebla el corazón de cualquiera. El sí de una chica es felicidad, tranquilidad, inmensidad. El sí de una chica es, ese sí, que te cambia la vida.

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