Friday, April 06, 2007

Sentado en taburetes que llaman a la puerta de lo bohemio, te espero. En tu bar, en tus paredes pintadas de color morado y brochazos de un color amarillo, donde los segunderos se olvidan de rodar, te espero.

Aquí aprendí a quitar con piel el frío de tu alma desnuda. Aprendí a abrigar con el manto carnal el desespero por amar. Pero también perdí. Perdí la noción del tiempo. La distancia se perdió en la perspectiva que le dan mis ojos, y las palabras desaparecían con anhelo de transmitir alguna idea disparatada.

Dicen que los cobardes nunca toman ejemplo, nunca aprenden. Y yo creo a los que juzgan desde la distancia. Les creo porque cada vez que me prometo hablar contigo sin ponerme nervioso, voy y la cago. Y pienso que todo es una mierda. Sí, una mierda.

Y a veces, muchas veces, creo que la respuesta estará tras la letra de algún cantautor. Pero también es un error. Ahí sólo hay respuestas para valientes que dejan atrás lo poco que tienen. Así que más que encontrar la solución, encuentro una puta lección que no quiero recibir.
Por eso esta historia puede no acabar bien. Quizás con esta no pueda y caiga en la tierra. Pensaré que saborear el barro no está tan mal y buscaré un sueño alcanzable. Y seguiré pensando inmerso en el tedio que si las cosas cambian lo harán para mejorar. Al fin y al cabo, no está tan mal esperar.

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