Saturday, May 12, 2007

Presagio de soledad

Mis mejores amigos se distancian mientras me lanzan una botella de vidrio, prácticamente en la cabeza, por el jaleo que hay a las afueras del club donde tomo sus copas por primera vez. Botella que estalla a mi lado. Podría haberme dado en la cabeza y matarme, pienso.

Antes servían los besos y las aventuras. Enamorarse los sábados y sentirse triste los domingos era guay. Sentirse como uno desgraciado durante la semana y creer que no tenía muchas oportunidades para nada era la mejor medicina para sentirme joven.

Pero a pesar de saber que podría aguantar así toda la vida, la gente de mi alrededor se pone pesada e insiste en querer definir sus vidas. Unos buscan desesperadamente encontrar al chico o chica de su vida cada vez que deciden salir, aunque con ello releves a los amigos a un segundo puesto. “No importa, primero, lo primero” deben pensar, mientras yo me siento como una mierda. Otros en cambio, viajan. Supongo que viajan para encontrar algo que perdieron un día, salen a buscar parte de su identidad. Viajar para hallar el porqué a muchas preocupaciones que creen tener, con el silencio de un tren camino al sur.

Y los que nos quedamos no somos más felices que los que se van. No, no lo somos, también nos falta algo. Y por mucho que quiera, no lo voy a encontrar alcoholizado en algún rincón de la sala más famosa de la ciudad. Es absurdo supongo y por eso lloro cuando me emborracho.

Qué voy a decirle al tiempo? qué voy a decirle?

Sólo me queda acogerme a la tierra. Arrodillarme, sentirla, en mis manos, y apretarla en mis puños más y más fuerte.

Ya no puedo seguir amando en seco. Ya no.

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