Tuesday, October 17, 2006

Sin premios materiales

Debéis saber, que la primera poesía que traté de escribiros, es algo incunable, que auguraba el día de hoy y que cuestiona lo austral con lo boreal del sentido que puedo darle a esta canción, que yacía dentro del atrio, donde cobré conciencia.

Aquel día, pensé que comprando un libro, iba a poseer conocimiento por el mero hecho de llevarlo bajo el brazo. Resultó ser un libro de sudokus, en vez de el libro que explicaba la historia de fidelidad más bonita jamás planteada y narrada.

Por un momento creí, como todos hacemos, que lo que había vivido era todo lo que llevaba experimentado. Después me cercioré que tan siquiera he experimentado, la mitad de lo que he vivido. Por eso nunca mostraré un desdén que pueda dañar o desdorar.

Qué voy a decir si al tener mi primera cita, supe que hacer por sabias palabras. Si al nadar, tuve ánimos que no invitaban al ahogo. Si cada vez que intento dormir, hay una placentera nana, y cuando no sé si escuchar, oigo de vuestras voces cada una de mis extraviadas guerras.

Ellas, siempre lloran porque no acudimos. Pero nosotros, que somos “duros”, carecemos de estrategias. Eso pensamos, sin lugar a la tragedia, hasta que en la cama, paseando por jardines, nos casamos con la vieja.

Aseguré que era cosa del Lola Anglada. Pero tú no pasaste por allí. Tan siquiera vives cerca. Y nosotros, buscando realezas, topamos con el gas, que acababa con la fiesta.

Porqué el vino ennoblece y no entiende de prisas, inocuo des de su descorche, más clarece las ideas de unos viejos, que miran juntos para atrás, sus vidas maltrechas.