Wednesday, December 20, 2006

¡basta!

Llegan las navidades. Llegan felices, me imagino. Simplemente, has llevado a cabo aquello que sé que debería hacer cada vez que me apetezca, sin pensar qué ruido traerá. He de agradecerte que me hayas hecho sentir como un miserable.

Te voy a explicar algo, aunque debe ser un secreto.

Tengo un amigo. Un amigo que acostumbra a hacer lejano e inalcanzable lo que resulta ser un paso hacia adelante.

Él, se encarga de ver muros que no son más que pequeñas verjas fácilmente saltables, y con ello, cree que vive una vida llena de romanticismo, llena de amores imposibles, amores lejanos que no tienen pensado sobrepasar la frontera del casi para pertenecer al fue. Por ello, siente una sensación agridulce que remueve su estómago ya cansado de tantos puntapiés.

Con esto, procuro decirte que vayas con cuidado porque no sé si siembro por querer o por deber. Es fácil hacerte ver que tengo preocupaciones, interés por lo desconocido. Es tan fácil, que me temo a mi mismo.

Temo el hecho de protagonizar una de esas historias que ocurren a diario y pensar que solo me sucede a mí. Me da miedo llegar a creer que si no logro compartir algo más contigo es porque hay algo que lo impide. Es absurdo.

Así que si tomamos un café una tarde cualquiera, no volveré a casa preguntándome si me he despedido correctamente, dándote dos besos.

A pesar del pavor que tengo a una bofetada, correré el riesgo.