Tuesday, May 23, 2006

A veces, cuando creo que me he escondido bien, coges y me encuentras. Serás espabilada!! Lo que pasa es que no he sabido esculpir bien la sombra casi invisible que posa conmigo en cada autorretrato. Le quería dar forma con mis manos, y al final, le has dado la forma tú con las tuyas. Y mira que no me gustaban las lentejas de pequeño, pero ya haces que me las coma.

Llego tarde a las citas importantes, para que me mires, delante de la gente (aunque ellos no te vean) con mirada aterradora. -Shhhh, ya lo sé- te digo. Cosa que aún te saca más de quicio.

Mi camisa podría andar sola, de la mugre que lleva encima. Pero cuando más merezco que me odies, siempre que el deseo de dejarme ahí, se insinúa por tu mente, te das cuenta que es cuando más te necesito, y tu pensamiento, resbala hacia lo absurdo.

Te cojo del hombro y abrazo piedad.

Cojo a las criaturas y muchachotes que corretean en el jardín de lo aceptable. En el jardín no hay cabida para lo grosero. De que no haya gestos obscenos, ya te has encargado tú.

Juego en la parte del jardín que hay tierra, y mancho la camisa de botones beige con suficiente puntería para que lo vea todo el mundo, y de la piruleta de Julián, mi sobrino de cuatro años, cae casi fugazmente, un destello de alegría, en forma de baba. Ésta, se posa en mi corbata, dejándola roja.

Mientras suena el laúd me cercioro de que ya no soy suspicaz con los mocosos de pequeña edad y cuestiono si merezco todo esto. Risas que bailan con cava, problemas guardados en maleteros herméticos, chistes de toda la vida. Creo que iré a dormir sabiendo que ya no necesito nada más. Tan siquiera el dinero.

Voy al lavabo a rejuvenecer mi cara con agua del bidé. Allí me vuelves a encontrar. Agachado.

-Qué haces!!??- me preguntas.

-Pensar en lo mucho que te quiero madre. Pensaba, en lo mucho que te quiero.-

Tuesday, May 16, 2006

GENTE


Cercanos, sí, sí, como tú. no hablo de aquellos que son detestados por los de a pie porque duermen en un cajero. No hablo de famosos de la prensa rosa, ni de deportistas con grandes y lujosos coches deportivos. No me refiero a esa infanta que ha tenido un hijo y que ocupa todas las portadas de las revistas.

Hay gente cercana, que cuando habla, provoca grandes estragos en mi consciencia. No quiero ocupar mi poca memoria virgen en anécdotas de mi extraradio. Para que quiero saber, que aquel, cuando era niño, se peleaba con su hermano mayor, o que aquella, cuando era niña, llevaba un vestido rosa. Sólo saben hablar de la fiesta de ese fin de semana, o de la canción famosa de ese rapero de actualidad. Tienen suficiente con vivir todo el año en la ciudad, e irse una semana de vacaciones le resulta gratificante. Desperdician los minutos viendo la telenovela, o el programa que reparte dinero fácilmente con un presentador atractivo. Aquellos que creo que son mis amigos, porque los veo cada día, y en verdad son mierda que se acomula a mi alrededor. Quien sabe, gente como tú, que estás leyendo este escrito. Quizás lo escribí pensando en ti, pero eso nunca lo sabrás.

Me tenéis hasta los cojones.

Tuesday, May 09, 2006


El teléfono permanece apagado en las sucias manos de un joven algo borracho. Parece apagado, pero en realidad no suena. Ahora es tarde. Te pones el pijama, mirándote al espejo con la luz apagada, ves que tus ojos iluminarían a una ciudad, tu sonrisa es más blanca que nunca, y te sientes más joven, mucho más joven. Tumbado, le das vueltas al tema. El poder de la almohada es mayor que nunca, y ésta, que sabe de que van tus sueños, te advierte del desengaño que te puedes llevar.
Al levantarte, cuando ya no oyes lo que te dice la almohada, vuelves a imaginar, y esperas a que pase la semana. Todo el mundo sabe, que el viernes es un día para soñar. Unos, porque por fin verán a su pareja que vive a kilómetros de distancia, otros porque tienen una cena especial, y estarán con gente que no ven por costumbre. Hay muchos que ven más cerca el hecho de ir al parque de atracciones, al circo, al teatro, al campo para celebrar una estupenda barbacoa o simplemente ven el sofá sabiendo que tumbados, pueden estar todo el día. El fin de semana es como cuando vas en tren, bordeando las costas, y en medio del túnel, ves una playa de azules aguas, donde la gente se baña desnuda, sin prejuicios ni preocupaciones.
Pero tú sólo piensas en enviar ese mensaje, y tener una cita, o en bañarte con ella en la playa que es costeada por el tren.
Tus ojos son translúcidos el último día laboral de la semana, un mercenario sin mérito, que espera en la estación un tren perdido desde hace una semana en el camino. Un camino que quizás no tenga ninguna costa maravillosa que ver, un camino que aún no está hecho, y que no se hará jamás. Aún así, tus dedos marcan duras teclas color marfil que citan a la ilusión y a la necedad. Desiertas la confianza con agravio de tus amigos, se desestabiliza la claridad de tus principios y mueres encharcado en esperanza. El mensaje, se ha enviado. Hambriento, lívido, lánguido, andas con tu parca bajo la lluvia. Te equivocas en la posología, estéril de por sí. El teléfono, suena tardío.
Lees y vuelves a leer, a la vez que se aviva tu sonrisa. Viernes 3, a las 20 horas. No vale verter arrogancia ni derramar júbilo. Mirar sus ojos, escuchar sus pasos, oler su pelo, tocar sus labios y probar su sincera sonrisa, tan sólo, tomándote un café.
Aceptas a ese michelín que se llevaba todas las miradas, y el pliegue de tus parpados, se hace casi invisible. Te notas equilibrado de pies a cabeza. El sí de una chica te afloja la soga que llevas en el cuello, hace que la marea vaya en el mismo sentido que el tuyo, que vueles sin esfuerzo por el acantilado, y que llores sólo porque eres feliz. El sí de una chica es la ráfaga de aire que llevas buscando desde que tus sentidos cobran consciencia. El sí de una chica, llena de niebla el corazón de cualquiera. El sí de una chica es felicidad, tranquilidad, inmensidad. El sí de una chica es, ese sí, que te cambia la vida.